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PUNTO Y COMA es mi primer pequeño-gran proyecto. Un ensayo sobre la vida y los diferentes momentos con sus diversas soluciones...

 

La vida no está para solucionarla, está para vivirla: y eso es lo que quiero transmitir con este trabajo.

¡BIENVENIDO/A!

*Proyecto final de máster, Julio 2015.

Texto de Raquel Zas

 

 

Tenemos en nuestro poder el tesoro más preciado para cualquiera. Algo que no se puede comprar con dinero -por mucho que algunos se empeñen-, algo tan bonito como efímero: la juventud y, sin embargo, estamos muy tristes. Vivimos tiempos difíciles, o demasiado fáciles; cualquiera de nuestros abuelos daría lo que fuese por ser joven hoy en día y, a pesar de todo, estamos tristes... Quizás sea ése el problema. 

 

Vivimos en una época en la que todo está a nuestro alcance: el mundo nos enseña desde muy pequeños que podemos conseguir lo que nos propongamos y que ahora todo es posible (pero solo posible). Tenemos demasiados sueños rotos y aspiraciones que nunca llegamos a lograr; nos imaginamos la vida que queremos tener y, cuando crecemos, muchos nos damos cuenta que nunca llegaremos a alcanzarla. Somos la generación de la melancolía.

 

Somos jóvenes, estamos tristes y no sabemos por qué. Los casos de depresión han aumentado un 15% entre los jóvenes de nuestro país en los últimos cinco años: es la epidemia del siglo XXI y no se le da la importancia que merece. Tendemos a frivolizar un estado que afecta a muchos jóvenes que ni siquiera se percatan de su situación, pero lo cierto es que somos mucho más vulnerables a los cambios en el estado de ánimo y todo nos afecta con mayor magnitud. 

 

No estamos hablando de tristeza, sino de algo que va mucho más allá: es la sensación de vacío e indiferencia ante todo; es cuando el miedo se apodera de ti. El miedo al fracaso, a los demás y a ti mismo. Estás solo ante algo extraño que ha penetrado en tu vida y, de repente, un día te despiertas y sientes como si tuvieses un muro encima que te impide levantarte de cama. 

 

Te encuentras en una habitación vacía y, por muchas cosas que introduzcas en ella, nunca conseguirás llenarla. A veces ni siquiera hay un motivo en concreto: es como si no estuviésemos hechos para este mundo y realmente no queremos conocer a nadie que lo esté.

 

Si te ha pasado esto alguna vez, seguro que te has sentido incomprendido. La gente no concibe que un chico de buena familia y con una vida envidiable pueda sentirse deprimido. “No sé de qué te quejas”, “anímate” o “quedándote en casa no vas a conseguir nada” son frases que habrás oído en más de una ocasión en boca de familia y amigos. Ten en cuenta que solo quieren ayudarte, pero nunca te van a comprender si no han estado en la misma situación que tú. La única realidad es que solo tú puedes ayudarte. Vivimos en un estado de tal comodidad que nuestro mundo se desmorona cuando aparece algo extraño y desconocido, pero hay que aceptar y acoger la tristeza de igual manera que lo haces con la alegría. Es un estado natural del ser humano y te hace crecer como persona (incluso más que cualquier cosa buena que te pueda suceder).

 

Queremos que nuestra historia sea idílica, no realista. No dejes de vivir, de reír ni de llorar porque, al menos, así serás el autor de tu propio fracaso. Todo -tanto lo bueno como lo malo- es pasajero; el mundo no es tan horrible y tampoco existe el mal karma: solo son cosas que pasan, así que no te tomes las cosas tan en serio (...)

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